Pero la de Cabopino tiene algo especial, más allá de su naturismo, más allá del ambiente -de todo tipo- que se puede encontrar. En un contexto urbanístico horroroso se ha mantenido sin un edificio, con sus dunas, su arena fina, su monte bajo, sus pinos, su chiringuito, su torre árabe; una playa en la que hay perspectiva y en la que se puede respirar frente a la tensión urbanizadora.
Fue la playa a la que fui mucho en los noventa y que me ha parecido especial. La sorpresa es que frente a los miedos que tenía año tras año de que Jesús Gil hubiera construido algo, la Junta de Andalucía lo ha declarado Monumento Natural. Se ha restringido el acceso de vehículos y falta que se limpie algo más, sobre todo la parte de las dunas. Pero lo relevante es que la protección medioambiental ha salvado la única playa buena de la Costa del Sol.
Aquí tenéis las fotos
No hay comentarios:
Publicar un comentario